(Autor:
©Chema)
Estaba dando un
vistazo a las últimas novedades de Facebook, y vi una noticia compartida por mi
amiga Alicia. El titular decía así: “Un zorro paseaba por la zona alta de
Barcelona”.
Las noticias que nos
dan cada día los medios de comunicación, no tienen nada de gracioso. Ojalá
viviéramos en un mundo en el que todas las noticias fueran como la del zorro
paseando por la ciudad. Si yo tuviera algún poder para cambiar el mundo, así es
como lo enfocaría.
Entonces me acordé del
último reto propuesto por Ginebra, y como tenía un rato por delante y me sentía
inspirado, empecé a escribir:
Alicia vivía en un
bajo, en el madrileño barrio de Aluche. Regresaba
del trabajo, y se disponía a merendar un milhojas de merengue que había
comprado en una pastelería. Mientras abría la puerta de su casa, notó algo
entre sus piernas… ¡era un zorro!
Ella era muy amiga de
los animales. Pensó que tal vez el zorro tenía hambre, así que le dio a probar
el milhojas. El zorro lo olisqueó y le dio un lametón, un poco dubitativo. Pero
notó que le gustaba, y continuó comiendo. Alicia le dijo: “¡Venga, goloso, todo
para ti! No te preocupes por mí, ya merendaré café con galletas”.
El zorro se encontraba
satisfecho, pero se había puesto perdido de merengue, así que fue a lavarse al
río Manzanares. La gente le observaba con curiosidad, y muchos le sacaban fotos
con el móvil. Pronto este simpático cánido sería famoso en las redes sociales.
Al día siguiente,
Alicia compró en la pastelería un ponche segoviano. Si no se lo comía ella, se
lo comería su nuevo amigo, pensó. Y así era, el zorro la estaba esperando en su
portal. Ella le dio a probar el pastel, y le gustó incluso más que el milhojas.
Alicia le dijo riendo:
“¡Cómo zampas, chico! Éste es un pastel de ponche segoviano. Te gusta, ¿eh? ¡No
sabes tú nada!”.
El zorro se quedó
pensativo. “¿Ponche segoviano? Esto quiere decir que en Segovia tendrán muchos
más de éstos”. Así que se puso a trotar en dirección noroeste, hacia la ciudad castellana.
Para llegar antes, podía atajar por el puerto de Navacerrada. Aunque estuviera nevado,
eso no era un obstáculo para un zorro curtido.
Cuando me encontraba
en ese punto del relato, oí unos golpes en la puerta. Me acerqué con precaución
a la puerta, puse el ojo en la mirilla y no vi a nadie. Abrí despacio, y
¿adivináis qué encontré a la altura de mis piernas?
Pues sí, un zorro, y
al mover el rabo golpeaba la puerta, de ahí los sonidos percusivos que oía. Esto
también pasaba con los perros en el pueblo. Sólo que no estábamos en el pueblo,
sino en la ciudad; y no era un perro, sino un zorro.
Ya dicen que hay que
tener cuidado con lo que se desea. Pero si en el mundo dejaba de haber guerras
y crímenes, mientras que lo más noticiable empezaban a ser los zorros paseando
por las ciudades y robando pasteles, me daba por contento.
(Relato perteneciente
a la propuesta de Variétés: “Un nuevo mundo”)
Chema, te has salido de imaginación e ingenio, Te felicito.
ResponderEliminarEstán llamando a la puerta como sea el zorro, me da un perreque. Un besazo amigo.