(Autora:
©Campirela)
De pequeña ya le gustaba la
naturaleza, su estación preferida era la primavera, las flores eran sus amigas
íntimas, los pajarillos, sus amigos.
Solía salir al campo cada tarde, sola, no necesitaba
compañía, sabía que vendrían a ella aquellas aves de colores con sus picos
alargados a comer de sus manos.
Su inocencia era tan evidente que mirarla era ver la luz
radiante de su pureza.
Cada día cogía una margarita y a pesar de no deshojarla,
acariciaba sus pétalos con tal delicadeza que estos parecían saludarla.
El tiempo pasó y se hizo toda una mujer, su amor por las
flores no disminuyó, al contario, se formó y estudió, su objetivo era conocer
cada vez más clases de flores, indagar qué propiedades tenían y, cómo podían
ayudar a la humanidad.
Pues cierto era que en casa siempre escuchó que la verdadera
medicina en el campo se cultiva.
En su diario, anotó algo que tiempo después, cuando leía
sonreía por la anécdota que allí quedó reflejada, así decía:
Recuerdo el día que en aquel lugar remoto, una mujer vino a
consultarme, pensó que era una doctora y podría ayudarla, quería ser madre y el
embarazo nunca llegaba.
Después de decirla que no era doctora, estaba tan desesperada
que su confianza me sobrepasaba, pues ella decía que sabía mucho de plantas y
que alguna le ayudaría a concebir ese hijo que tanto ansiaba.
Le dije, vete tranquila que algo haremos al respecto, así,
pues me puse a investigar y, encontré entre en algunos libros que hablaban de
la Azalea.
Entre los significados de esta linda planta se encontraba que
se le daba atributos de fertilidad y energía, tal vez era lo que aquella mujer
necesitaba, algo para desviar esa ansia de concebir y dejar que la naturaleza
siguiera su curso.
Cuando volvió de nuevo a visitarme, tenía al menos una ilusión
que ofrecerla, no le aseguré nada, pero por qué no intentarlo.
Le ofrecí una de color azul, le dije cómo cuidarla y sobre
todo mimarla, que se olvidara de lo demás.
La magia hizo su aparición y al cabo de dos meses ella quedó
en cinta.
Nunca sabré si fue la Azalea o la casualidad de su ciclo
fértil, dio a luz una hermosa niña por nombre Azalea la pusieron.
Las flores son la luz del campo, ellas nos dan esa alegría a
nuestros ojos, cada una de ellas tiene sus propiedades y como decían en mi casa,
la verdadera medicina hay que cultivarla.
(Relato perteneciente a la propuesta de Variétés: “Floreciendo”)
Qué bonito...qué bonito.
ResponderEliminarYa te comenté en tu blog lo bonito que lo haces todo. Tu florecer en cada relato.
Besazo enorme!
Jaaaaa, gracias cielo, la propuesta es linda y todos los que hemos participado los textos son generosos y, de muy buen gusto .
ResponderEliminarGracias a ti Ginebra, por hacer que nuestro mundo sea imaginativo . Un beso con todo cariño y a ti Lunita bella, mil gracias, besote como no muakk.
Soy yo la eterna agradecida por vuestra valiosa compañía, y por compartir esa imaginación maravillosa que engalana estos retos 🙏
EliminarBsoss y cariños enormes, preciosa 💙
La ternura que emana tu relato es embriagadora, mi niña. El poder de la mente, las plantas, las flores con su hipnótico colorido y aromas varios... Magnífico, preciosa. Te felicito.
ResponderEliminarMil besitos con todo mi cariño y feliz junio ♥
Inmensa ternura ante las flores y su magia, alcanzable sólo con la mirada inocente de quien está en paz. Y sabe vivir, claro :-)
ResponderEliminarUn abrazo
Muy bonito y esperanzador relato.
ResponderEliminarLas flores tienen mucho poder que unido a nuestras creencias en ellas, hacen el milagro.
Precioso Campi.
Besos