(Autora: ©Campirela)
Aquella tarde, mientras todos en casa dormían la siesta, salí
a tomar un poco el sol mientras leía mi novela, me tenía sofocada, pues no solo
era el calor del verano, sino la trama que dentro de esas páginas había —cómo
me acordé de mi amiga, fue traviesa al recomendármela —me propuse terminarla en
esa semana, tenía ganas de comentarlo y echarnos unas cuantas risas.
Me tumbé en mi banco preferido, en el rincón donde las
ventanas de las habitaciones no daban y me puse crema en la piel, pues a esa
hora solía hacer topless, y qué mejor manera que untarme de crema solar para
proteger mis delicados senos.
Abrí mi novela, por donde la había dejado la tarde anterior,
enseguida entré en la conversación de los personajes.
—Albert, quiero otra vez tus besos y que me lleves a ese
mundo que acabo de descubrir entre tus brazos.
—Cariño, como sigamos a este ritmo nos vamos a deshidratar,
eres puro fuego, jamás te pensé tan ardiente.
Estos hombres son la leche, si eres una mujer ardiente se
quejan y si no también, ains madre, Albert, espabila que a este paso te deja
por otro más fogoso ja, ja, ja. Esas conjeturas las hacía en voz baja, pero es
que me metía tanto en la trama que lo vivía como si me fuera la vida en ello.
El sol de las cuatro de la tarde pega tanto que me venció el
sueño...
«Allí estaba yo semidesnuda, con mis
pechos al aire, él venía hacia mí babeando, no podía ser, era Albert, se
abalanzó como lobo hambriento hacia mis pechos, los succionó de tal modo que el
dolor se convirtió en placer y este en un corto, pero intenso orgasmo.
Seguía allí tumbado junto a mí, con
sus manos navegando por todo mi cuerpo que le ofrecía un pase libre, mis ojos
estaban entrecerrados, suspirando, gimiendo, disfrutado de esas manos,
acariciándome, bajo el short sus
dedos largos y delgados entraron en contacto con mi parte íntima, sentía como
mis piernas se aflojaban y le dejaban paso.
Al llegar esas yemas a mis labios de
fuego, de repente oí a lo lejos cómo mi hermana pequeña me llamaba»
—¡Tata, tata, despierta, te estás quemando todo el pecho!
Asustada di un brinco, tenía toda la marca del libro sobre mi
torso, un poco más y las letras se me graban como un tatuaje.
Al levantarme me di cuenta de que mi pantalón corto estaba
mojado, mi hermana se rió y, con mucha guasa, me dijo:
—Tata, estás mayor el pis, ya no le aguantas ja, ja ja.
Subí a mi cuarto y me di una buena ducha y algo más, pues mi
sueño había despertado algo descabellado en mí, era mi primer contacto conmigo
misma...
(Relato perteneciente a la propuesta de Variétés: “Descabellado”)
Gracias siempre Ginebra es un placer participar en tus convocatorias nos llenas de imaginación y sobre todo ilusión . Besos preciosa muakkk.
ResponderEliminarEl placer siempre mío por contar con vuestra hermosa pluma y, sobre todo, con vuestra maravillosa compañía y el bonito ser que hay tras ella... 😊
EliminarBsoss enormes, y muy feliz mes, preciosa 💙
Hay Campirella porque te despertaron....
ResponderEliminar😯
ResponderEliminar😊
Buen relato.
Campirela... Ginebra... un gusto.
Que sea un bello sábado 🏞
Un relato con sobresalto.
ResponderEliminarMe gustó. Besos.