(Autora: ©Susana)
La codicia y el poder alimentan tu odio.
Y de repente, me despertó el estruendo terrible que escuché
casi al lado de mi cama. No entendía mucho lo que estaba pasando. No entendía
mucho de nada porque era muy pequeño. Por aquellos días los hombres odiaban y
odiaban tanto que se enfrentaban en algo que llamaban “Guerra”. Después de esa
noche supe cuál era exactamente el significado de esa palabra a la que mis
abuelos, que sí la conocían, le temían.
Corrí a la
habitación de mis padres que ya estaban levantados mirando a través de su
ventana. Mamá lloraba mucho y papá la abrazaba. Escuché decirle: “Ya comenzó”
Cuando me vieron
me tiraron los brazos, e hicimos un abrazo todos juntos que nos gustaba mucho.
Pasaría mucho tiempo para volver a hacerlo y yo no lo sabía. Ninguno de los
tres lo sabía.
Nos cambiamos
rápido, tomamos algunas cosas que parecían importantes para ellos. Pusimos lo
que pudimos adentro de las mochilas y salimos a la calle. Todo era un caos. Mi
madre me tenía muy fuerte tomado de la mano. Caminamos bastante hasta que
llegamos al subte. Allí bajamos y ya había muchas familias esperando. Todos
estaban muy asustados. Yo no entendía por qué.
Escuchábamos la
sirena sonar constantemente. Gente que corría en la calle y bajaba donde
nosotros estábamos llorando, muchos desesperados. Me fui dando cuenta que
íbamos a estar allí por un largo tiempo. Comenzaron a hablar de él. Yo no lo
conocía pero me decían que era un hombre malvado que lo único que le importaba
era ganar. “La codicia y el poder
alimentan tu odio” Eso decía mi padre. Le hablaba a ese hombre del que
todos temían. Mi padre repetía y repetía esto una y otra vez. Las secuelas de
ese tiempo están marcadas para siempre en mi mente, en mi alma. Mi padre se fue
a pelear. Decía que no los dejaría ganar. Ganar, perder. Hoy hombre me doy
cuenta de que nadie gana en una guerra y que todos perdemos. Hoy entiendo qué
significaba lo que mi padre repetía.
Hoy en esta tierra
lejos de la mía, miro a distancia aquellos días y siento dolor, impotencia y
mucha soledad. Aquella guerra me quitó lo que más amaba, a mis padres. Este
país me recibió y me regaló el milagro de la vida de mis hijos. Por eso
agradezco la solidaridad, la generosidad que se anteponen a aquel odio
desmedido y ruego que nunca tenga que volver a pasar por lo mismo. Por eso
educo a los míos en el amor y el respeto por la vida del otro.
(Relato perteneciente a la propuesta: “Odio”)
Una buena enseñanza, el odio solo trae malos augurios, y a veces es mejor olvidar aunque sé que cuesta mucho cuando te han hecho tanto daño. Un abrazo.
ResponderEliminarTremendo relatazo! Me ha emocionado!
ResponderEliminarFelicitaciones!
Nunca comprenderemos una guerra, no es buena para nadie, pero hay quien gana mucho con ella. ¡Me encanto!
ResponderEliminarUn saludo.