(Autora: Volarela)
Sí, te preguntas por qué tengo este empeño en plantar más y
más flores. No hay semana que no se sume una docena de especies nuevas a mi
colección de colores vivos y fragantes.
Bien, te lo
explicaré.
De pequeño, cuando
tan solo tenía tres años, escuché que una joven fantasma de cabellos trenzados
de color naranja, rostro pálido como el mármol y ojos inocentes que parecían
atravesar las cosas sin mirarlas, dejando ver la pureza del cielo nada más, se paseaba
por cada rincón donde hubiera un grupo de flores. Portaba entre sus dedos finos
como raíces una regadera azul, y parecía darles con esa agua una segunda vida
celestial a las plantas que a sus pies la esperaban. Al menos, la imaginación
de la gente decía eso, pues por donde pasaba las flores se encendían aún más, y
al irse se marchitaban un poco.
La aparición era
cálida, inocente y dulce, y a las gentes no les asustaba, pero sí intrigaba. No
se hablaba de otra cosa los meses en que duró su nostálgico devenir entre los
cálices, buscando algo dentro de ellos, regando luego con su regadera azul, y
esperando alguna clase de milagro dentro de las flores.
Todos en el pueblo
habían sentido pasar su lírica fragancia de violetas por sus jardines. Yo también
la vi; varias veces. Me escondía entre las flores con la esperanza de que se me
apareciera a mí. Y puedo decir que jamás olvidaré su mirada. Si dijera que el
amor más extenso se mecía en aquellas dos pupilas oceánicas al mirarme, y que
yo me sumergía como un juvenil delfín en aquel mar, parecería sólo cosas de
poeta, pero juro que es literal. Me sentía libre y ligero cuando la veía,
dichoso, vivo... Ella me dirigía hacia un mundo brillante, pacífico, donde
vivir era un juego liviano y musical, que llevaba a otro juego más en una
cadena de risas enlazadas; mi tiempo, mis palabras, mi ilusión se hacían
fugaces y veloces a su lado, como un verdadero salto de delfín, y a la vez nos
deteníamos a contemplar el milagro de la vida de cada flor, insecto o humano
penetrando en su interior con la calma del paso de las nubes.
Sí, fui feliz como
nunca, a pesar de que siempre sus pasos se alejaban en una despedida
silenciosa, que yo intuía sería definitiva en algún momento. Y lo fue. Y dejé
de verla. Y la esperé junto a todas las flores que encontraba en mi camino,
pero no volvió.
Lo que me intrigaba
de chico es por qué callaban bruscamente cuando se hablaba de ella y yo
aparecía... Me dejaban una incógnita
doliente y muda con sus tristes caricias en mi pelo... Años después, supe que
era mi propia madre, la cual murió al poco de darme a luz, consciente y
serenamente.
Soy botánico:
colecciono, estudio, clasifico. Toda mi vida gira alrededor de aquella dama que
sólo conocí en modo inmaterial y fugaz como el mismo tiempo, del que nadie
puede negar su existencia. Así pues, ahora sabes un detalle más de mis flores.
Entre ellas todavía sigue escondido un niño tembloroso, esperándola.
Lo habái leído donde la autora, y me encantó esa figura tan de naturaleza y aromas a primavera. Un relato precioso.
ResponderEliminarUn abrazo
Tan místico y lleno de mensajes o señales. Deja un halo de ternura al leer. Te felicito.
ResponderEliminarMil besitos y feliz día.
Me parece estar leyendo algo con una sensibilidad especial , y la trama es mágica en todos los sentidos . Gracias por este texto . Un abrazo .
ResponderEliminarLa verdad es que no voy casi nunca por tu blog pero aquí es una oportunidad para encontrarte y disfrutar de tus letras, de tus sentires...
ResponderEliminar¿Sabes? Huele a vida.
Un beso enorme.
Ohhh me ha parecido precioso, místico,como dice Auro!
ResponderEliminarMuy bello.
Un beso!
Ya te dije en mi otro comentario que era una preciosidad tu texto, no sé donde ha ido a parar. Cosas de Blogger.
ResponderEliminar¡Qué maravilla! Sublime.
ResponderEliminarUn beso
Qué emotivo me ha resultado tu relato, me ha gustado mucho.
ResponderEliminarUn abrazo.
Que lindura, sinceramente
ResponderEliminarte quedo bello Volarela.
Besitos dulces
Siby
Me pareció precioso tu
ResponderEliminarrelato,tiene algo espiritual,
ademas de magia.
Besitos dulces
Siby