ÉRASE UNA VEZ QUE SE ERA...
que la palabra dejó de ser tinta
para ser revoloteo
en la yema de los dedos...

Y las letras fueron hiedras;
frondosas lianas tocando el cielo.
Fueron primavera floreciendo;

... y apareciste tú...
tú,
que ahora nos lees...

Y se enredaron nuestros verbos,
nuestros puntos y comas,
se engarzaron nuestras manos
cincelando sentires y cantos.

Entre líneas surcamos
corazón al mando; timón
de este barco...

©Ginebra Blonde

martes, 20 de noviembre de 2018

...


Aquí estoy de nuevo, después de tanto tiempo, sentada en el viejo sillón observo mis manos, arrugadas y envejecidas, tiemblan y no soy capaz de calmarlas. No, no son los nervios, a mi edad la calma ha prendido en mi alma, quizás sea un pequeño conato de emoción al volver a casa, al regresar a este pequeño rincón que abandoné… ni recuerdo ya los años que han pasado.
Todo sigue igual, nada ha cambiado, me doy cuenta cuando recorro con mi cansada vista la salita, a mi lado la pequeña mesa redonda de madera adornada con una delicada filigrana de marquetería, sobre ella, sigue erguida la lámpara que compré en aquella tienda de antigüedades y, al lado, el teléfono de baquelita negro, el teléfono. Sujeto con cuidado el auricular y con cuidado lo llevo a mi oído, no oigo nada, sólo un largo silencio.
Aquel día, aquel día el teléfono no dejó de sonar, y yo cegada de ira, de orgullo, no quise coger el auricular que ahora sostengo en mi mano y que miro, resignada, con lágrimas en mis ojos.
Era joven, muy joven y con muchos sueños por realizar, una vida intensa que ofrecer y enamorada de verdad del mejor hombre del mundo, pero con muchas trabas para unir nuestro sentir. Mis impacientes alas por vivir con él nuestro amor apasionado lejos de aquella agonía que me impedía volar hizo que yo ideara un magnífico plan. ¡Cuánta ilusión puse en cada detalle, todo perfectamente calculado! No me esperaba su reacción cuando compartí con él aquella emocionante propuesta! Proposición indecente, era una proposición indecente que él tenía que pensar y meditar.
No, no admití aquella dilación, no acepté esa respuesta: “lo tengo que meditar”. Había soñado en esa escapada al extranjero, por fin, libres de tantas ataduras. Los dos juntos, siempre de la mano.
Y marché, marché sola después de dejar sonar el teléfono un sinfín de llamadas. Si tanto me amaba, no había nada que pensar.


Relato perteneciente a la propuesta: "La llamada"



4 comentarios:

  1. Pasa muchas veces que por no tener paciencia se pierden oportunidades... pero bueno, tal vez, no debía ser.

    Un beso.

    ResponderEliminar
  2. Sí, o por pensar que somos el centro del universo de nuestro otro... en fin, siempre hay circustancias.
    Gracias por tu comentario.
    Besoss

    ResponderEliminar
  3. Una proposición que a lo mejor, de haberla aceptado no se estuviera arrepintiendo. Total en el amor todo se vale, dicen, No? me gusto y mucho, me sabe a una reflexion para cuando llegan esta clase de circunstancias.
    Abrazo!

    ResponderEliminar
  4. Hola Maite,
    Una proposición que a lo mejor, de haberla aceptado no se estuviera arrepintiendo. Total en el amor todo se vale, dicen, No? me gusto y mucho, me sabe como una reflexion a tener en cuenta para cuando llegan esta clase de circunstancias. =0)
    Abrazo!

    ResponderEliminar

Gracias por tu visita y tu compañía... ©Gin

Gracias por tu visita y tu compañía... ©Gin