UN RETO: UNA IMAGEN
(Autora: ©Zoraida)
Me gustan las ciudades donde aún hay terrazas a las que subir
y hacer equilibrios sobre los sentimientos propios. Terrazas en las que esperar
las noches de luna llena y conjurar hechizos de amor, aliviar los calores del
estío o espiar las luces de las casas lejanas y, a través de sus sombras,
inventar la vida de sus habitantes.
Recuerdo todas mis terrazas. La más querida aquella en la que
aterrizaban aviones de papel, con mensajes escritos en clave, que mi primer
amor me enviaba y que yo le devolvía.
Desde las alturas la ciudad se vuelve pequeña. Los secretos
quedan al descubierto.
Desde donde estoy veo una calle bulliciosa en la que un
hombre cambia de acera cuando alguien conocido se acerca por la otra; un
mendigo oculta su cabeza entre las piernas ajeno a todo lo que le rodea, ajenos
todos a su presencia; una pareja entra besándose al café de la esquina; unos
jóvenes ruidosos celebran la amistad, exaltada por los efluvios del vino; y una
señora con zapatos rojos camina apresurada entre el gentío.
Nadie me intuye observando. Nadie se vuelve hacia arriba.
Desde la terraza una lágrima cae, una risa resuena... y todo,
el viento se lo lleva. La vida pasa en la vorágine del asfalto y se cruza en
las aceras mientras yo bailo en la terraza, descalza, ninguna mirada sobre mí.
©Zoraida
(Texto perteneciente a la propuesta trimestral de “Variétés”)
No debe haber mayor libertad que la de no ser observado por nadie, y al mismo tiempo ser el único que observa al resto de los mortales, con sus alegrías y sus miserias. Pero cuidado, porque igual hasta los mismos Dioses son observados! Bonita reflexión! Saludos!
ResponderEliminar