ÉRASE UNA VEZ QUE SE ERA...
que la palabra dejó de ser tinta
para ser revoloteo
en la yema de los dedos...

Y las letras fueron hiedras;
frondosas lianas tocando el cielo.
Fueron primavera floreciendo;

... y apareciste tú...
tú,
que ahora nos lees...

Y se enredaron nuestros verbos,
nuestros puntos y comas,
se engarzaron nuestras manos
cincelando sentires y cantos.

Entre líneas surcamos
corazón al mando; timón
de este barco...

©Ginebra Blonde

lunes, 1 de agosto de 2022

Alas De Hojarasca


UN RETO: UNA IMAGEN
 
(Autora: ©Campirela)
 
—Hola, Dina —dijo Juan con una sonrisa, girándose hacia donde ella se encontraba. Miró  sus alas, disimulando, cogió la nota que ella dejó caer al suelo, llevándola al bolsillo trasero de su pantalón—. Me alegro de verte.
 
Dina, seguía sentada en el borde de la cama, con la mirada extraviada, no sabía por qué el suelo estaba cubierto de hojas, iguales que las que ella misma llevaba en su menuda espalda.
 
 —Hola, Juan —Dina se dio cuenta de su movimiento de manos, llamó su curiosidad, aunque esta era su pretensión, que él cogiera esa nota que no se atrevió a darle ella en ese instante—, yo también me alegro de verte.
 
La escena era al principio un poco tímida, pues ambos amigos disfrutaban juntos, esta vez fue Juan quien tomó la iniciativa de la conversación.
 
—¡Creo que esta tarde podríamos ir al bosque! está todo cubierto de hojas, las recogeremos, las pondremos en un cesto de mimbre y las traeremos aquí.  Luego las clasificamos y si tú quieres seguimos tejiendo en tu espalda, hasta lograr un tamaño lo suficiente para poder ver si puedes volar.
 
—No sé, Juan, supongo que mi espalda ya no aguanta más hojas, hace un rato casi me caigo cuando me fui a levantar y mirar a través de la ventana.
 
—Bueno, pues entonces debemos probar, pienso que tienes suficientes para alzarte al menos siete centímetros del suelo y flotar.
 
—¿Por qué dices siete centímetros?¿ Acaso es tu número de la suerte?
 
—No, es porque llevo siete días sin verte.
 
Dina no pudo remediarlo y sus mejillas sufrieron un cambio de color, el cual ante los ojos de Juan le favorecían, él no apartaba su mirada de su sonrosada cara.
 
—No seas tan zalamero, anda vamos al bosque que ya sé qué vamos a hacer con tanta hojarasca.
 
Caminaron, ella cargada con sus alas, él con sus manos en el bolsillo (solo las sacaba para recoger las hojas), iban recogiendo toda clase de hojas que en el suelo se encontraban, los colores eran diversos, pues ya se sabe, desde el verde hasta el marrón toda su gama de colores.
 
Cansados de tanto ejercicio, decidieron descansar sobre la hierba, aunque esta estaba húmeda por el rocío de la mañana, ellos ni siquiera la sintieron.
 
—Dina, ¿te has dado cuenta de que tus alas se han vuelto livianas?, no te quejas ya de su peso.
 
— Es cierto, me siento ligera, creo que cuando intente volar lo conseguiré.
 
—¿Lo intentamos desde esa colina, Juan?
 
Juan se quedó un poco pensativo, tenía curiosidad, pero mucho miedo de perderla.
 
Los dos jóvenes subieron al collado y desde él, Dina se recolocó sus alas, se santiguó, y dándole con rapidez un beso en los labios se tiró sin pensarlo al vacío...
 
Aquella imagen quedará por siempre grabada en su retina, lo que vio fue volar una blanca paloma en un majestuoso vuelo batido.
 
 Años más tarde, cada vez que  Juan subía a la colina, volvía  a releer esa nota que guardó aquella tarde como un tesoro, donde en ella decía:
 
  "Fui real, te amé a mi manera, pero nuestros destinos se cruzaron en tiempos diferentes"
 
 
(Relato perteneciente a la propuesta trimestral de “Variétés”)


2 comentarios:

  1. Que imaginación a partir de la imagen! Bonito relato y muy inspirador!

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  2. Es una bonita historia de amor, muy tierna al final.

    Un saludo!!

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Gracias por tu visita y tu compañía... ©Gin

Gracias por tu visita y tu compañía... ©Gin