ÉRASE UNA VEZ QUE SE ERA...
que la palabra dejó de ser tinta
para ser revoloteo
en la yema de los dedos...

Y las letras fueron hiedras;
frondosas lianas tocando el cielo.
Fueron primavera floreciendo;

... y apareciste tú...
tú,
que ahora nos lees...

Y se enredaron nuestros verbos,
nuestros puntos y comas,
se engarzaron nuestras manos
cincelando sentires y cantos.

Entre líneas surcamos
corazón al mando; timón
de este barco...

©Ginebra Blonde

Participantes y textos de la convocatoria de octubre: "Mosaico"

Campirela/ Nuria de Espinosa/ Auroratris/ Gustab/
Susana/ María/ Marifelita/ Dulce/ Chema/ Lady_P/
Tracy/ Dafne SinedieGinebra Blonde.  

jueves, 31 de octubre de 2024

Mosaicismo Genético

Dominic Beyeler
 


(Autora: ©Dafne Sinedie)


Sarah Joncas

Cuando era pequeña, mi madre me explicó que mi piel era como esos hermosos mosaicos que los turistas fotografiaban en la iglesia de nuestra ciudad. En el torso, mi piel cambiaba de color y formaba intrincados dibujos florales. Me hacía sentir especial, preciosa como una obra de arte. Sin embargo, aquella perspectiva cambió cuando empecé el colegio.

En el colegio era obligatorio cambiarte de camiseta en los vestuarios después de hacer Educación Física. Cada vez que las otras niñas me veían, me señalaban, dedicándome expresiones de asco, y se apartaban de mí como si tuviera una enfermedad contagiosa. ¡Daba igual que les intentase explicar lo que a mí tantas veces me habían explicado! Para ellas era un bicho raro, una mutante, la chica-planta. Me tiraban globos de agua y me quitaban el almuerzo en el recreo porque, según ellas, para mí era suficiente con hacer la fotosíntesis. Las odiaba. Me odiaba a mí misma. También odiaba el verano, las camisetas de tirantes y los vestidos, ir a la piscina y la playa. Odiaba las miradas y los cuchicheos.

Cuando llegó el momento de elegir un instituto, le rogué a mi madre que me enviase a uno en el que nadie me conociera. Intenté que nadie se enterase de mi condición, pero tarde o temprano todos los secretos que guardas salen a la luz. Mi piel creció conmigo, y el mosaico se ramificó hacia mis brazos y mis piernas. ¡Era prácticamente imposible esconderlo! Por suerte, para entonces había conseguido formar parte de un grupo de amigos, y su apoyo incondicional ganó al acoso.

En mi época universitaria emprendí un viaje de reflexión, introspección y desarrollo que me llevó a un nuevo crecimiento. El mosaico ya se extendía por mi cuello y decoraba mi rostro, y había conseguido que no me diera ninguna vergüenza mostrarlo. Estudié medicina y me especialicé en genética. Estaba dispuesta a desentrañar todos los misterios de mi piel y, lo más importante, a ser libre.

©Dafne Sinedie

(Relato perteneciente a la propuesta de Variétés: "Mosaico")


2 comentarios:

  1. Un relato extraordinario y original!
    Me ha encantado.
    Un beso

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  2. Sigo pensando lo que comente en su blog, no solo un mosaico, es toda una oda a la discriminación sobre la presencia de las personas, el rechazo al ser diferente, me gusto y me encanta. Sobre todo esa fuerza de la protagonista de seguir hacia delante para ser quien quería ser.
    Un buen trabajo.
    Besotes, peque.

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Gracias por tu visita y tu compañía... ©Gin

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