(Autora:
©Marifelita)
Una tarde al salir del trabajo me fijé que habían abierto una cafetería llamada Serendipia. El nombre me encantó, era una palabra bonita, me sonaba muy bien, aunque no tenía ni idea de su significado. La busqué y enseguida las recordé a ellas.
Por entonces trabajaba en una agencia de viajes y tuve la suerte que en un sorteo me tocó un crucero. Aunque tendría que compartir habitación con otra agente de viajes desconocida para mí, no le di más vueltas y decidí apuntarme.
La noche anterior al embarque casi no dormí de lo nerviosa que estaba, quizá me había precipitado y no sería buena idea viajar sola. Al día siguiente al embarcar, subí las escaleras que me llevarían a mi camarote y volví a sentirme muy inquieta. ¿Quién me esperaría en la habitación que compartiría conmigo durante una larga semana? Y al abrir la puerta y descubrir a una simpática joven que me recibió con un meloso y caribeño “¡Qué bueno que viniste!” supe que había sido una buena elección.
Paseamos por las cubiertas para familiarizarnos con el barco y no paramos de hablar, incluso mientras realizaban el simulacro de emergencia, muy típico y obligatorio en los cruceros. Fuimos al camarote, nos arreglamos para cenar y cuando ya estábamos en el restaurante vimos que mucha gente o ya se conocían de antes, o bien ya se habían agrupado según habían coincidido durante el día. Nosotras dos no conocíamos a nadie más allí, por lo que nos dirigimos a la única mesa que encontramos vacía y que no estaba reservada para nadie. Era una mesa larga, como para diez personas, y pensamos que ya se iría llenando y conoceríamos esa noche a más compañeras de profesión.
Al rato se acercó una chica vasca, muy menuda y risueña. Nos preguntó si podía sentarse en nuestra mesa y la recibimos encantada. Por lo visto no había coincidido con ningún colega de su misma cadena de agencias. Un poco más tarde, se acercaron una pareja de chicas que por su simpatía y acento distinguimos que venían de las Canarias, y también preguntaron si podían sentarse con nosotras. Por lo visto venían con más gente de su empresa, pero ya se habían sentado en otras mesas. Eran muy agradables y habladoras por lo que las acogimos en nuestra mesa encantadas. Cuando ya habían empezado los camareros a presentarse y a preguntarnos qué nos apetecía beber, ya estábamos todas hablando unas con otras como si nos conociéramos de toda la vida. Al servirnos las bebidas y entregarnos las cartas para la cena, se presentó, cual diva en un evento, la última de ellas, preguntándonos si le hacíamos un hueco en nuestra mesa. Estábamos cerca de la puerta y le pareció que llegaba ya muy tarde. Con aquella entrada triunfal no le pudimos decir que no.
Esa noche nos lo pasamos genial, nos reímos muchísimo, y ya no nos separamos en toda la semana. Fuimos juntas a desayunar, comer y cenar todos los días. Desembarcábamos juntas en cada puerto y durante las excursiones hacíamos miles de fotos, a cual más traviesa y gamberra, como verdaderas quinceañeras.
Todas compartimos muchas cosas en ese viaje. Parece mentira lo bien que nos entendimos desde el primer día, y siendo tan distintas como éramos unas de las otras, la de cosas que teníamos en común y lo a gusto que estábamos todas juntas.
Llegó el triste día del desembarque y la despedida, intercambiando tarjetas de visitas con nuestros teléfonos y direcciones, convencidas todas que había sido una experiencia genial, irrepetible y que no daría más de sí, una vez cada una volviera a su casa y de nuevo a su rutina.
Quiso la casualidad, las redes sociales o simplemente las ganas de no perder el contacto, que creáramos un chat llamado “Marineras” para saber las unas de las otras. Tras un año y medio de nuestro primer encuentro en el crucero, volvimos a reencontrarnos y abrazarnos con la misma fuerza que el último día que nos vimos. Y así llevamos viéndonos una vez cada año desde hace ya una década.
Ese viaje fue para mí
una de las casualidades más bonitas de mi vida. Y más que Serendipia, me
atrevería a decir que incluso fue pura magia.
"SERENDIPIA: Hallazgo valioso que se produce de manera casual o accidental".
(Relato perteneciente
a la propuesta de Variétés: “Un verano de fotografía”)
Un tesoro de encuentro. Hay veces en que el destino guasón nos pone gente que mantener cerca en los sitios más raros.
ResponderEliminarPor ese grupito, si es verdad, si no es lo mismo. Un abrazo grande
Yo voto por hacer la palabra reina del diccionario ajajja. Maravilloso, no hay nada mejor que se mantengan esas relaciones después de años. Como bien dices pura magia. Un besote.
ResponderEliminarPues sí que casi fue mágico el que congeniaran todas y que sus encuentros lleven durando diez años.
ResponderEliminarBonita narración
Un preciso y precioso relato!
ResponderEliminarUn abrazo.
Pura magia que compartes con nosotros gracias al bello texto. Me encantó. Un abrazo
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