Detrás de ella, la solemne puerta se cerró lentamente, el rechinido de las bisagras se hizo presente como escalofrío recorriendo su espalda, unos pasos más y pudo observar que, de las paredes y el techo brotaba una oscuridad aterradora. Los muebles parecían la cadencia de las olas, se movían a voluntad, la visibilidad era débil, aún así, brotó su instinto aventurero y guió sus pasos por en medio de la estancia, aquello parecía un laberinto.
Se decidió por el sendero derecho, conforme avanzaba, escuchaba el barullo que venía detrás de una gran puerta semi abierta, llegó hasta allí y con nerviosismo la empujó, luces tenues adornaban las paredes dando un aspecto un poco macabro, gente en grupos pequeños departían con lento entusiasmo.
Deslizó la vista por el recinto y se detuvo en él, un hombre enigmático, de mirada penetrante que hizo que el escalofrío volviera más potente, tanto que la hizo estremecer, le tiritaba todo el cuerpo ante su presencia.
No podía apartar la vista de su figura, como en un acto de magia todo el recinto oscureció y sólo una luz iluminando el camino hasta ese hombre misterioso, algo en él la atraía y le mostraba que era imposible resistirse.
Caminó hacia él, llevaba sujeto con la mano derecha el pequeño bolso con los artículos permitidos, una cámara fotográfica, una botella de vino y unos bombones cubiertos de chocolate.
Él sostuvo su mirada, tomó su mano sin apartar la vista de la suya y la llevó hasta sus labios, apenas rozaron la piel y el aturdimiento que la embargó fue dinamita detonando en su cráneo, su rostro tocó su mejilla, sus labios el lóbulo de la oreja, el susurro de su voz penetró sus sentidos.
“Te estaré esperando detrás de la puerta”
Susurró apenas audible, no mencionó cuál puerta, el nivel ni algo que pudiera orientarla, sólo remató su frase al susurrar de nuevo.
“No tardes”
Y se marchó en silencio
Lo vio alejarse, lo vio perderse entre la gente, las tenues luces nuevamente se encendieron, él no estaba, se quedó parada, desconcertada, aún aturdida salió del salón.
Caminó indecisa por el corredor, había dos puertas, una de ellas se encontraba entreabierta, una luz carmín se expandía hasta afuera, caminó sin duda y atravesó el umbral, dejó el maletín en una pequeña mesa, lo abrió sin pensarlo y con sumo cuidado sacó los tres artículos seleccionados, desde el fondo, poco a poco lo escucho, distorsionado, entre sonidos desconocidos, jadeó pesadamente, consiguiendo apenas un poco de oxígeno para sus pulmones, el aire espeso, la agitación en el pecho que le hace subir y bajar copiosamente, intentaba calmarse y poco a poco identificó los sonidos que provenían desde el fondo de la habitación.
Está llenando un vaso, se escucha el correr del líquido, unos cubitos de hielo golpean sutilmente contra el cristal y lo delatan, pasos calmos acercándose, el miedo atenaza su pensamiento, el escalofrío nuevamente recorriendo su espalda y despertándole sensaciones poderosas y enervantes, palpita con fuerza cuando unas manos se ciñen a su cintura, sus nervios se tensan, el impacto de lo que está por venir la tiene sudorosa Lo observa de cerca, apenas puede distinguir su rostro, su mirada tropieza sus percepciones, un nuevo escalofrío la atraviesa, ahora sabe lo que él desea de ella, palpita con fuerza, reúne su entereza y encamina sus pasos hacia la mesa que adorna el centro de la habitación, insaciable, se afianza con toda su fuerza echándose sobre ella, sus manos y piernas extendidas, abiertas, la cintura hundida, las nalgas alzadas, desafiantes, en espera de lo que sabe que necesita y está por llegar, cierra los ojos cuando siente que sus manos y tobillos han sido sujetos a las esquinas de la mesa, altiva y orgullosa se deposita tranquila en el hombre misterioso.
No se escucha nada por unos minutos, y luego, el sonido amenazante del flogger cortando el aire y va a depositarse con fuerza en sus nalgas, dejando unas finas líneas escarlata marcadas con rigor, sus nervios se tensan, intenta reunir fuerzas cuando nuevamente el crujir de la piel, pierde la cuenta.
Sus venas dilatadas y su cuerpo afianzándose de quien la ha colmado de todo lo que necesita, está exhausta y se siente plena.
Él se aleja dejándola agotada y atada, ¿cuánto tiempo ha pasado?, no podría especificarlo, su mente se cierra, disfrutando el momento que acaba de suceder cuando escucha sus pasos de vuelta, lo ve sereno, sonríe satisfecho cuando se inclina y empieza a desatarla, la sienta en la mesa, atapa su boca en un beso que termina por robarle el poco aliento que le queda, una luz cegadora la desconcierta y cierra los ojos.
Se escucha el crujir de un envoltorio … Se ve ahí, en la sala, como al inicio, con su bolso en la mano, extrañamente ahora lo siente liviano, lo ve delante de ella, ambos rodeados de los mismos grupos, la misma gente, el mismo instante pasado, sólo atina a preguntar, ¿qué ha pasado?.
Él sonríe, le ofrece un bombón y una copa de vino, besa sus labios y se marcha en silencio.
El impacto de cuánto ha sucedido en la última hora la deja atónita, se esfuerza en entender que ha sido un sueño, abre su bolso y encuentra la cámara, la enciende, ahí está él besó sus labios, poco más se puede distinguir en esa oscuridad. Aún sigue temblando cuando observa con atención sus muñecas, las marcas se han vuelto de un carmín intenso, el dolor es delicioso, está exhausta, sí, pero se siente plena.
Se dirige hacia la salida, segura de que encontrará en la puerta a quien la colma de todo lo que desea.
© Ame
Relato perteneciente a la propuesta "Un Evento Inesperado"
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